Dicen que es mejor quedarse callado hasta tanto pasen los momentos de crisis y de descompensación. Yo no estoy tan de acuerdo con ese tipo de percepción, y mucho menos cuando los involucrados somos nosotros mismos, y personas importantes para nosotros: familia, amigos, pareja.
No hay que dejar de prestarle atención a las cosas que son verdaderamente importantes para nosotros. Cuando hay tiempos de crisis, tomar la postura de alejarnos o quedarnos callados, porque no sabemos cómo reaccionar, podría dar a entender al otro que nuestra postura es de indiferencia, y si se hace recurrente, podría hacer que se pierda la confianza en la relación, y el control de tu propia situación.
.Pero a todas estas, ¿por qué algunas personas no dicen las cosas que sienten y les molesta a tiempo? ¿Por qué no decir lo que se siente de la mejor manera posible, sin agresiones? Por otro lado, bajo momentos de tensión, hay quienes toman decisiones intempestivas, sin que al menos el otro implicado haya podido imaginárselo, como dándole una estocada, y dejando con ese modo de proceder un desazón y vacío a casusa de esas acciones no esperadas, y la sensación de que no hubo suficiente confianza como para hacerle conocer cuál sería su respuesta y qué acciones poder esperar de su parte. Pero a todas estas, ¿por qué algunas personas no dicen las cosas que sienten y les molesta a tiempo? ¿Por qué no decir lo que se siente de la mejor manera posible, sin agresiones? las preguntas pueden tener miles de respuestas.
Hablando con algunas personas acerca del tema, pareciera ser común que estas acciones fueran generadas por un factor importante: “la falta de autoestima”. Es probable que este tipo de perfiles se genere por miedo de enfrentar a los demás y a su realidad, y por su incapacidad de decir “Esto no me gusta, no lo hagas más”, terminan tragando de a sorbos sus tristezas, desesperanzas, frustraciones y rabias, adoptando siempre una conducta de indiferencia ante las situaciones problemáticas que se les presenten, sin hacerle saber a la otra persona implicada que lo que verdaderamente les ocurre. Su modo de “enfrentar” estas situaciones les conlleva a guardar dentro de sí mismos mucha rabia y frustración, sin comunicado ni canalizado a tiempo. Ciertamente, en el mundo hay todo tipo de conductas, existen santos y puritanas, existen agraviados y agresores, pero lo que sí es seguro, es que en nuestra propia vida, nosotros mismos tenemos la mayor parte de responsabilidad en nuestros malestares, muchas veces generados y mantenidos por la baja capacidad de expresar lo que sentimos en el momento preciso.
A todas estas, nadie es perfecto, ni tiene la verdad absoluta, pero ciertamente cada quien posee su propia verdad. Hacer conocer a la otra persona acerca de lo bueno y lo malo que pensamos y sentimos en el momento justo, evitaría consecuencias desfavorables.
Una relación sana, sea cual sea su naturaleza, necesita tener reglas del juego, y aunque el buen trato pareciera ser obvio para ti, muchas veces no llega a serlo para el otro.
El análisis es simple: lo que ocurre es que todos tenemos necesidades y maneras de ver la vida diferente, y probablemente la forma como tu esperas ser tratado no ha sido internalizada por el otro. Pero para tener una relación sana es necesario que no permitas que los demás te traten como ellos quieran, sino como tú mereces y necesitas ser tratado. Si tu pareja, amigo, hermano u otro tipo de compañía no te trata como tú necesitas que lo hagan, debes manifestarlo a tiempo, y aplicar los correctivos que sean necesarios. En caso de que realmente le importes a esa persona, llegarán a un acuerdo sano, donde los dos salgan ganando: pero si por el contrario, el trato indiferente, molestoso o violento, según sea el caso, continúa, debes recordar que tu autoestima debe estar muy por encima de los malos tratos, y abandonar esa relación, teniendo la certeza de que muchas otras personas estarían encantadas de estar a tu lado para hacerte bien.
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