´No importa lo que aprendas, sino al lado de quien te sientes´

Que la mediocridad y a veces la incompetencia más flagrante campan a sus anchas por los estamentos dirigentes del mundo empresarial y político, es algo innegable. Quién no se ha preguntado en alguna ocasión, cómo es posible que esa persona ocupe aquel cargo; o cómo alguien en su sano juicio, ha podido nombrarla para ejercerlo.

Ante esta realidad palpable, uno se cuestiona qué maquiavélicos mecanismos la hacen posible. Por qué no son los mejores y más preparados los designados para gestionar una empresa o dirigir los destinos de un país. Y no me vale la salida fácil de que el nivel de una sociedad se mide por el de sus dirigentes.  Probablemente nunca hubo tanta gente tan preparada y competente, capaz, sin duda, de un desempeño brillante. El problema no es que la mediocridad se haya adueñado de la sociedad, sino los mecanismos establecidos para el acceso a posiciones de poder, que no allanan el camino a l@s más cualificad@s, sino más bien al contrario.

Por qué no son los mejores y más preparados los designados para gestionar una empresa o dirigir los destinos de un país.

En definitiva, decrece la calidad de los que están más arriba, y una vez que esto ocurre es difícil cambiar la situación, porque el fenómeno tiende a perpetuarse y realimentarse. Un directivo o dirigente incompetente se rodeará de gente de parecido o inferior nivel, que probablemente ocupará su puesto en el futuro, generándose así el círculo vicioso de la incompetencia.

Y esto tiende a producirse más pronto o más tarde, con independencia de cual sea la vía por la que alguien no apto accede a determinado puesto. No sé si quienes me leen están familiarizados con  los principios de Peter y Dilbert. Ambos analizan este fenómeno, si bien desde ópticas ligeramente diferentes.

Los principios de Peter y Dilbert
El principio de Peter trata sobre la práctica de algunas organizaciones jerárquicas de ascender a los empleados competentes en un determinado puesto, afirmando que, debido a esta práctica, un empleado terminará ocupando un puesto en el que será incompetente y donde permanecerá. El principio de Dilbert, variación del anterior, indica que los empleados incompetentes son ascendidos intencionadamente para alejarlos de las áreas directamente ligadas a resultados y así evitar que produzcan daños.

El problema es que de una forma u otra, llega a ocupar el puesto quien no está cualificado para ello. Y a partir de ahí, empieza el problema.

Aún queda una tercera vía para que lo anterior suceda. Representada por la frase que da título a este artículo, en boca de una madre que deja a su hijo a las puertas del colegio. No importa la preparación o la valía, sino a quien conozcas o de quien seas amigo.

No podremos decir que hemos avanzado mucho si, en pleno siglo XXI todavía el mayor mérito para acceder a determinados puestos o incluso a un trabajo, continúe siendo ser familiar, amigo o conocido de.  Porque no sólo se da carta blanca al nepotismo, sino que es la forma para que el circulo vicioso de la mediocridad se perpetúe.

*Sobre el autor

Otros artículos de este columnista
*Adiós tarifa plana, adiós
*Máquinas, interacción… la Internet de las cosas
*La hora de la gente sencilla
*Crisis, fútbol y género

*José Saramago, adiós al escritor
*Deudas e inseguridad laboral, una espiral diabólica
*De la igualdad en los cuentos y el cuento de la igualdad
*Cenicienta, Blancanieves… y la igualdad
*La flor del desierto: ritos ancestrales y vidas cercenadas

¿Ya has visitado Columnistas en nuestra ZONA OPINIÓN?

Artículo anteriorNuevo disco de Javier Limón: Mujeres de Agua
Artículo siguienteSaviálogos, el mundo que nos dejó la crisis