A medida que pasa el tiempo y la humanidad avanza, la obsolescencia se alcanza con mayor rapidez, de forma que modos de vida consolidados, técnicas más o menos acrisoladas o herramientas útiles y aparentemente modernas se ven desplazados inmisericorde y sucesivamente por otros que irrumpen progresivamente con más fuerza, pero que a su vez serán desalojados todavía con más celeridad y contundencia de lo que lo que lo fueron aquellos.
Las herramientas son necesarias y las debemos conocer todos, pero no olvidemos que éstas sirven para ejecutar lo que elabora nuestro cerebro En este paisaje de innovación y cambio continuo sin precedentes en la historia, nuestros jóvenes tienen una innegable ventaja porque nacen y crecen al abrigo de una tecnología que consideran propia sin necesidad de sustituciones, adaptaciones o traslaciones de otras más antiguas. Ahora bien ésta a priori ventaja no está exenta de riesgos, algunos leves y sin demasiada trascendencia para la sociedad, como son los derivados de convertir esos avances en objetivos en sí mismos, sin embargo en otras muchas ocasiones sirven para cometer estupideces a velocidades supersónicas, con una difusión nunca antes vista y sin que amplios sectores de la sociedad, sobre todo los más veteranos hayan siquiera sido capaces de vislumbrar sus consecuencias.
Seamos razonables, las nuevas herramientas son importantísimas, hay que manejarlas con destreza, pero tengamos muy en cuenta que las grandes obras de la humanidad, el Vaticano o la Sagrada Familia por poner un par de ejemplos serán siempre recordadas por sus arquitectos, más que por sus canteros. Las herramientas son necesarias y las debemos conocer todos, pero no olvidemos que éstas sirven para ejecutar lo que elabora nuestro cerebro.
No faltará quien piense que Alejandro Magno con 26 año conquistó el mundo y es cierto, pero con independencia de la bondad de lo que hizo, lo cierto es que lo llevó a cabo tras recibir las enseñanzas de Filipo su padre y Aristóteles su maestro y con las herramientas de siempre. El peligro que nos acecha hoy en día es que ni siquiera sabemos cuáles van a ser las herramientas y que no va a hacer falta aprender de nadie para lanzarse a conquistar nada, porque cada vez más, los alumnos saben más que los maestros en determinadas esferas de la vida.
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