Cono Sur, siglo XXI, Chile alberga a 17.000.000 de habitantes y se nos ha identificado como los Jaguares de América Latina por nuestros avances económicos. Según algunos eruditos en la materia, Santiago, nuestra capital, está catalogada, como la tercera ciudad latinoamericana con mejor calidad de vida, a la altura de Ámsterdam, Boston e incluso de Pekín.
Chile es una tierra que grita por acomodarse en su cuenca, tierra de dulces viñedos, tierra donde las cascadas no cesan de parir, tierra de poetas, de metales preciosos, tierra donde la Naturaleza es bondadosa y diversa.
Mi padre solía decir en la década de los sesenta, que era un pequeño paraíso al final del mundo, aunque agregaba de viva voz en sus clases de Sindicalismo Libre que había muchas diferencias que desmalezar.
Agradeciendo el tener un trabajo temporal a mis 6 décadas, no puedo dejar de decir que también existe un Chile adolescente, que vengo viviendo hace mucho tiempo, un Chile al que le pasa la Tecnología por el costado, un Chile dispar que ha madurado sólo algunas partes de su cuerpo.
En Chile, la clase más numerosa es la clase media de bajos recursos, aquella que vive con un solo sueldo porque los demás miembros de la familia son casi cesantes, con sueldos ínfimos; aquella clase que vive aparentando, que debe conformarse con lo que hay.Porque aún existe la inequidad en muchos ámbitos. Los subsidios anunciados por el Gobierno llegan sólo a la clase más vulnerable, pero hay una clase media que se subdivide en clase media de bajos recursos y una que puede acceder a algunos disfrutes pero que igualmente necesita de dos sueldos para enfrentar los gastos universitarios de los hijos o que se ve obligada a acceder a préstamos bancarios.
La clase más numerosa es la clase media de bajos recursos, aquella que vive con un solo sueldo aquella donde la mayoría de sus miembros está cesante, aquella que está laborando por sueldos ínfimos; aquella clase que vive aparentando, que debe conformarse con lo que hay, que improvisa, la que saca el conejo de la chistera para multiplicar las entradas y que se conforma con conocer su país a través de los programas de turismo en televisión.
Una clase que no es ni muy pobre ni rica, la que está en la línea media, la que por reglas de medición preestablecidas no alcanza a ningún subsidio, la que no puede reclamar, la que sueña con un techo que se demora tanto en llegar que gana por cansancio. Aquella parte de Chile que se anestesia y se llena de fútbol o de Programas televisivos de baja monta que lo dejan finalmente desprovisto hasta de palabras.
Yo espero fehacientemente la edad madura de este Chile querido, antes de partir: el Chile que deje atrás sus egos, el que permita abolir las grandes diferencias socioeconómicas, el Chile que eduque con conciencia ya que la raíz del desarrollo es la Educación, el Chile que vuelva a confiar en sus Autoridades, el Chile que responda a la entrega que hicieron las generaciones anteriores, brindándoles una vejez digna. Eso esperamos muchos chilenos.
*Carmen Bustamante es Bachiller en Letras e imparte Cursos de Inglés en el Departamento de Educación Continua de la Universidad Santo Tomás en Santiago de Chile.
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