Fuerza natural

No se trata de pensarlo demasiado. Se trata de actuar. Eso hicieron. Mientras, vos, te quedaste mirando sin entender qué ocurría. Y es cierto. No se entiende qué ocurre. Los precios en la Argentina están más caros que en Madrid, París o incluso Londres y, sin embargo, shock total: no pasa nada. Las calles están más tranquilas de lo normal, quietas, apenas cruzadas por repartidores de Rappi y, sin embargo, la plata no alcanza.

Si miramos en detalle, las cifras de la pobreza son devastadoras: no se puede entender que la gente no se mueva, que no se retuerza hasta esfumarse como un plástico sobre el fuego. Hay, claro, una inmensa parte de economía informal que no se cuenta. Miles de personas en la Argentina viven bastante bien y pueden ser, sin embargo, tomadas por pobres en las estadísticas oficiales. Por eso, tal vez, la paz parece garantizada. Por ahora. Pero hay más, siempre hay una vuelta más.

Dicen los viejos que esto se parece a los noventa. Otros dicen que no tanto. Porque entonces la plata alcanzaba más. Otros sentencian: sí, muy bien, pero aquello terminó mal. 

¿Cómo va a acabar esta historia? Aún no lo sabemos pero hay lugares de resistencia que cabe mirar con los ojos bien abiertos y el corazón en la mano. ¿Por qué? Porque resistir hoy de esta manera es una sugerencia acaso inevitable para el resto del mundo donde la réplica de lo que aquí acontece puede suceder en cualquier momento. La internacional organizada cambió de bando y de qué manera. 

Y así, la calle está tranquila. El país lo está. Otra vez la pregunta. ¿Por qué? Y, la fuerza ayuda. No la fuerza que tenemos sino la que nos imponen. 

Caminando por la Plaza de Congreso me topé con una ínfima manifestación a favor de Palestina y contra la guerra en Gaza. La cantidad de policía que había era tres veces superior a la de los manifestantes. Demostraciones contundentes. Por las dudas. Amedrentar sólo con la presencia misma. Con la potencia, no con el acto. Con el miedo a lo que pudiera ser: muy siniestro, muy estrategia dictatorial de estas tierras arrasadas por las desapariciones bajo los ríos silentes.

Sí, esto ya lo conocíamos. Pondremos fuerza mientras el país se “transforma”. ¿Se transforma? Los tecno-utópicos han tomado las riendas de la imaginación de los votantes pero, ¿no hay nada más? Parece que no. Sin embargo, sí lo hay.

Y por eso, tal vez, las estrategias de Seguridad no dejan de lado a quienes luchan contra la masacre ecológica. Mientras en ciertos lugares clave se impide hablar de ese concepto tan extraño. ¿El cambio climático, qué es eso? 

Entonces, ¿no está ahí la resistencia? Un país riquísimo que volverá a ser devastado por el extractivismo, lo cual hoy ya no es sólo un desastre económico sino un cierre al futuro mismo: sin planeta no hay futuro. El colapso es parte del presente. Y muchos no lo intuyen: lo saben, lo notan en su piel, en la cosecha que enloquece con ese cambio climático que supuestamente no existe.

Sólo la naturaleza y nuestro vínculo insustituible con ella puede poner coto a la tecno-utopía que disfraza un ajuste tan brutal como el que se está viviendo con apenas resistencia en las calles, con aparente paz, con silencio alrededor porque, ya sabes, siempre que hay turbulencias alguien gana en la volteada. Tal vez gano yo, tal vez vos. Por eso mejor cállate y sigue adelante: la fiesta continúa.

Pero mientras la música sube de volumen la naturaleza sigue su curso y es tan contundente como sus catástrofes. La Panamericana es un infierno que cada día quema un poco más. Los árboles están sobre estimulados y se convierten en una lluvia amarilla sobre las veredas siempre rotas de la capital federal. ¿Qué hacemos?, ¿mirar para otro lado? No lo creo. Sólo podremos hacerlo un tiempito más. La naturaleza volverá a mostrar su cara más violenta y a esa tormenta no hay fuerza del Estado que la pare. 

La solución pasa por la tierra: lo único que no puede desconectarnos de la utopía tecnológica desbocada que ha seguido al capitalismo financiero exorbitado. Si no nos reconectamos nosotros, ella lo hará con la fuerza madre que posee. Ahí, en esa conciencia la resistencia genuina existe y por eso, la organización pone el foco en esos lugares silentes. Dicho queda. Escrito también. Que haya suerte.

Violeta Serrano
Violeta Serrano
Escritora, creadora de Escuela Savia y directora del posgrado en Literatura y discurso político de FLACSO Argentina

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