Cuenta Verónia Rodríguez Orellana, terapeuta experta en coaching, que un cliente en sesión se preguntaba en voz alta : “¿con que deberé votar con la cabeza, con el corazón o con el bolsillo?” . Se trata, sin duda, de una pregunta compleja, cuando en nuestro entorno conviven con naturalidad las grandes marcas que nos indican cómo vestir, cómo sentir y qué comer junto a los rostros de quienes se venden como mensajeros de grandes promesas. Son los líderes políticos, que contribuyen a alimentar la fantasía de que mantendremos nuestro nivel de consumo e incluso, si les votamos, se incrementará.
Porque en esta sociedad que el próximo
24 de mayo se dispone a depositar su voto en las urnas para elegir a sus candidatos locales, a modo de ensayo general para el gobierno de la nación, es una sociedad de máximo consumo. La máxima “pienso luego existo” se ha transformando en el compro para existir. El deseo de regresar, mantener e incrementar nuestro nivel de vida, considerado este como la acumulación de bienes, se ha convertido en una aspiración básica. Resulta obvio, por lo tanto,
recalcar que el consumo se ha convertido en un nuevo elemento central para incoporar a las campañas electorales.
Hoy, se estudian las pautas de consumo y la correlación entre “confianza en el consumo” y “confianza en el candidato” crece a medida que se nos vende que, en mitad de una de las crisis más profundas de los últimos tiempos, no volveremos hacia atrás
En las primeras consultas democráticas de la Transición, se pensaba al votante como un ente independiente que ceñía sus decisionesal ámbito de la política. Se interpelaba al corazón de la ideología, a la raíz emocional de la historia y a ideales universales como la justicia, la libertad, la igualdad…
Hoy, se estudian las pautas de consumo y la correlación entre “confianza en el consumo” y “confianza en el candidato” crece a medida que se nos vende que, en mitad de una de las crisis más profundas de los últimos tiempos, no volveremos hacia atrás. La directora de Coaching Club Madrid explica que las campañas políticas, se diseñan con la intención, en primera instancia, de preservar lo conseguido . Y, en segundo lugar, incrementar la esperanza de continuar mejorando. El punto neurálgico es, sin duda, el empleo, ya que si hay empleo, hay salario. Si hay salario, hay consumo.
¿Qué ocurre cuándo el candidato se convierte también en un objeto a consumir?En un clima en que parece que en ciertos sectores se asume la máxima de que “los políticos son todos iguales” o que “el sistema es el que es”, ¿qué inclina a un votante a introducir un nombre o una lista en la urna? Quizá la belleza, la juventud de un candidato, la forma de vestir, su forma de comunicar..
Por supuesto, que estas cuestiones de psicología poltíca no son nuevas, pero, en pleno declive de las ideologías, hoy quizá cobren más relive que nunca.
Verónica Rodríguez Orellana es Directora del Coaching Club. Experta en Coaching- Especializada en Coaching Sistémico. Master – Practitioner en PNL-Terapeuta Gestalt
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