Elche guarda un sueño tropical que no imaginaba que existiera. Los palmerales te dan la bienvenida y el verde, y el río, te conducen hasta el Huerto del Cura, un singularísimo hotel cuya filosofía ´horizontal´extiende la sensación de estar quién sabe dónde, aunque estés en medio de la ciudad y a un paso del Elche monumental. Todo colabora para que te sientas en otro mundo, siendo parte de la exuberante naturaleza, olvidando que hace unas horas eras un bicho de ciudad.
Por Mercedes Wullich, directora de Mujeresycia.
En realidad estás en un hotel cuatro estrellas situado en la provincia de Alicante, con más de ochenta habitaciones dispuestas a modo de bungalows y rodeadas de árboles singulares y plantas tropicales. Desde ya, este jardín privado que forma parte de un bosque de más de 300.000 palmeras que rodea Elche por tres de sus lados, es el lugar idóneo para perderse y desconectar del mundo…
Me entero en el museo, que está casi en frente, que el palmeral fue plantado por los fenicios hacia el año 300 a.C. y admiro una palmera única que aún se sostiene con sus 8 brazos en pie. La sensación de estar en un sitio mágico tiene mucho que ver con el verde, no sólo de las palmeras, también de los cactus monumentales y el trazado de una ciudad luminosa que ha recuperado a su ´La Dama de Elche´, que volvió a casa tras inaugurarse el Museo Arqueológico y cuando ya había transcurrido un siglo desde que alguien la encontrara en estas tierras fecundas.
Pero hablemos del hotel
Aunque cuenta con varios edificios, recomiendo optar por los pequeños bungalows, unas casitas en medio de palmeras y plátanos -con sus frutos colgando- y una decoración chic y net: la sencillez con estilo que se disfruta y se comparte con placer son signos de identidad que cuida con pasión María Teresa Orts, directora general del complejo. Todas las habitaciones tienen acceso directo a esta selva natural, que es preciso recorrer para optar por una caminata, relajarse en el sauna, tomarse el desayuno en un edificio desde donde se puede ver la piscina o tirarse en una tumbona y olvidarse que en algún momento habrá que regresar.
Armoniosa diferencia
Las 81 habitaciones que componen el Hotel Huerto del Cura -1 dobles y sencillas y 10 ‘Junior Suites’- mantienen cada una un propio estilo, pero sin perder nunca la armonía del conjunto. Entre los servicios que se ofrecen en cada una de ellas destacan el de habitaciones 24h, la tele por satélite, conexión Wi-Fi gratuita, aire acondicionado y calefacción o salita de reuniones.
Huerto del Cura es un jardín privado que forma parte de un bosque de más de 300.000 palmeras que rodea Elche
por tres de sus lados y es
el lugar idóneo para desconectar del mundo.Haciendo business
El hotel ha recibido recientemente el primer galardón de la Asociación de Empresas Turísticas de Elche (AETE), un premio que reconoce a uno de los grandes referentes del sector hotelero de la ciudad. Con ocho salas para reuniones, eventos y conferencias la capacidad alcanza las novecientas personas, todo con los últimos adelantos técnicos por lo cual cualquier reunión de negocios o incentivos de empresa tienen el éxito asegurado.
Para descansar entre reunión y reunión o para usar cuanto se quiera si se viaja por motivos de placer, las instalaciones del Hotel Huerto del Cura cuentan también con un Sport Hotel, unos 3.000m2 de jardín para la práctica de deportes al aire libre. Además de la piscina exterior, la posibilidad de tomar clases de golf, hacer jogging, baloncesto o ping-pong, las jornadas de trabajo y reuniones podrán terminar con un buen masaje o en la sauna.
Amantes del buen comer
Sin distinguir aquí entre quien está trabajando y quien está de vacaciones, los amantes de la buena comida y de los productos de calidad podrán disfrutar durante su estancia del restaurante Els Capellans. La auténtica cocina mediterránea con una amplia selección de arroces es parte de una extensa carta gastronómica. Además, la bodega ofrece vinos de distintas denominaciones de origen de gran calidad.
Huerto del Cura para vivir la luna
Finalmente, Huerto del Cura ofrece también banquetes de boda como el que viví en mi estadía, con sus jardines transitados por sedas y brillos bajo una luna redonda. Y a la mañana, tardíamente, una novia remolona llevando en brazos su vestido blanco, casi como una ofrenda al verde embriagador. Dicen que en verano las fiestas son alrededor de la piscina, y entonces, luna y novia se reflejan en el agua más que nunca.
Para vivir, y repetir.
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