¿Han roto las mujeres han roto el techo de cristal?

Dentro de un par de semanas celebraremos un nuevo Día Mundial de la Mujer y sin embargo, la actualidad del mundo indica que apenas podemos contar con los dedos de las manos a mujeres ocupando cargos como presidentes o primeras ministras: las esferas más altas de poder todavía pertenecen a los hombres. En este artículo el eje es Argentina, pero la realidad es similar y se repite a lo largo y ancho del mundo.

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En Argentina, advertimos que existen numerosas deudas de género. En este país, en donde nos jactamos de que no existe inequidad y/o desigualdad, porque hay una presidenta mujer, mujeres empresarias, mujeres diputadas, senadoras, magistradas, ministras, etc.

Mendoza es un claro ejemplo de ello, los tres poderes del Estado provincial demuestran en su conformación, o bien una mayoría masculina, o la inexistencia de mujeres en altos puestos de poder. Todos sabemos que en nuestra provincia nunca hubo ni gobernaciones, ni intendencias ocupadas por mujeres (en el caso de algunas intendencias, los cargos fueron ocupados por mujeres sólo en forma interina).

Las autoras argumentan que, si bien la discriminación sigue siendo una traba para las mujeres, ya no lo es bajo la figura del "techo de cristal", pero sí definitivamente como uno de los pasadizos del laberinto. La historia ha sido tan arraigada con la imagen de un líder hombre, que las mujeres ni siquiera se consideraban una competencia. Leyes concretas hacían imposible el acceso de las mujeres a la vida política y a los negocios. Para mediados de los ’80, The Wall Street Journal publicó un famoso artículo en el que se argumentaba un cambio de escenario. Las mujeres en ese entonces ya habían alcanzado mayores oportunidades laborales, pero de todas formas un "techo de cristal" impedía su ascenso a los cargos de mayor responsabilidad y liderazgo.

Dicho techo fue la barrera invisible que obstaculizaba la llegada de las mujeres al poder. Esa definición pertenece a Mabel Burín, doctora en psicología clínica, especialista en estudios de género y subjetividad de la Universidad Hebrea Argentina Bar Ilan. También se suele conocer como "suelo pegajoso", ya que agrupa fuerzas que mantienen a tantas mujeres atrapadas en la base de la pirámide económica. Un pormenorizado estudio de la OIT (Organización Mundial del Trabajo) sobre las mujeres en el management, de la investigadora Linda Wirth, demuestra que este fenómeno se detecta en la casi totalidad de los países.

Sin embargo, se ha elaborado hoy una nueva teoría, que afirma que las mujeres han roto el "techo de cristal"; "las mujeres del presente han logrado romper y labrarse caminos a través del mismo", dicen las profesoras Alice Eagly, de Northwestern University, y Linda Carly, de Wellesley College, en su última publicación: The truth about how women become leaders.

Las autoras afirman que el mundo de hoy es distinto a aquél de los ’80 y afirman que la conclusión simplista de que existe discriminación hacia las mujeres deja a un lado una serie de variables evidentes y ocultas, cruciales para entender el liderazgo femenino. Afirman entonces que la imagen del laberinto es perfecta, se entiende que existen salidas cuando se tiene talento, perseverancia y suerte, pero también se encuentran con diversos obstáculos que pueden aparecer desde distintas posiciones.

Las autoras argumentan que, si bien la discriminación sigue siendo una traba para las mujeres, ya no lo es bajo la figura del "techo de cristal", pero sí definitivamente como uno de los pasadizos del laberinto. Otros componentes del laberinto son la cultura, las extensas jornadas laborales y también algunos estudios afirman que a las mujeres se les asignan menos proyectos intensivos y menos viajes; a veces, objetivos mínimos para llegar a cargos de poder.

El debate debe centrarse en nuevos comportamientos sociales para lograr la paridad. Se debe desnaturalizar los roles y las tradiciones, porque del mismo modo que los varones tienen capacidad para desarrollarse plenamente en economías del cuidado, las mujeres pueden participar activamente en las tareas reservadas a los hombres. Al construir y asignar roles históricos a varones y mujeres, edificamos la sociedad en la que vivimos.

Como afirma Helen Fisher, dado que nos dirigimos hacia una época en la que se plantearán problemas más complejos y posiblemente más peligrosos, necesitaremos la fuerza de ambos sexos a fin de solucionarlos. Y el que nuestros esfuerzos tengan éxito dependerá de que las mujeres participen en el cambio tan plenamente como los hombres y de que ambos sexos trabajen en equipo.

*Liliana María Cappadona, Abogada – Magister en Derecho del Trabajo y Relaciones Laborales Internacionales

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